¿Cómo dejar de procrastinar? Una reflexión para ganarle al mañana

Dejar de procrastinar es una de las pequeñas luchas internas que debes afrontar en tu vida. ES algo que hacemos todos, y el que consigue evitarlo marca la diferencia.

¿Cómo dejar de procrastinar? Una reflexión para ganarle al mañana
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Hoy en día todos luchamos contra la mayor enfermedad de la productividad de la era contemporánea: la procrastinación. Es algo que debemos hacer en algún momento de nuestras vidas, independientemente de cuántos libros de productividad hayamos comprado (y no hayamos leído) o cuántos vídeos motivadores hayamos visto (y nunca hayamos actuado).

El mañana es un lugar donde se guarda el 99% de toda la motivación, la productividad y el éxito humanos.

En realidad, la procrastinación no es nada nuevo. La frase "akrasia", acuñada por los antiguos filósofos griegos, se refiere a actuar en contra de nuestro mejor juicio llevando a cabo una acción cuando sabemos que deberíamos tomar otra diferente.

Desde entonces, esta tendencia natural a actuar en contra de nuestro mejor juicio, a posponer las acciones críticas y a posponer la finalización de las tareas personales ha progresado hasta un punto en el que se ha convertido en un problema de productividad real.

Vamos a aboradar mejor el tema.

¿Por qué aplazamos las tareas?

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La noción del sesgo del presente sostiene que, a pesar de nuestros mejores esfuerzos por establecer objetivos para nuestro yo futuro, es nuestro yo presente el que debe dar los pasos necesarios para alcanzar esos objetivos.

Nuestro yo presente siempre preferirá los placeres a corto plazo en forma de gratificación instantánea, que a menudo se producen a expensas de los resultados a largo plazo, porque nuestro cerebro no está programado para disfrutar de los beneficios a largo plazo.

Según un estudio de 2022, la procrastinación es el restablecimiento del estado de ánimo a corto plazo, el cual tiene prioridad sobre los objetivos a largo plazo y sus comportamientos.

En otras palabras, la procrastinación es la incapacidad de concentrarse en la tarea que tenemos entre manos, debido a la urgencia de controlar nuestras emociones e ignorar el problema.

La ansiedad que experimentamos desaparece cuando posponemos las tareas a una fecha posterior (por ejemplo, mañana, la semana que viene o, lo que es peor, "en algún momento"). Nos liberamos de la responsabilidad. Aunque la fecha límite sea "en algún momento del futuro", nos sentimos satisfechos de haberla fijado.

El aspecto desconcertante de la procrastinación es que hay situaciones en las que somos conscientes de que no podemos permitirnos retrasarlas.

No puedo aplazar una cita con alguien porque ello me obligaría a ponerme en una situación incómoda o desagradable, o en cambio me exigiría recurrir a excusas o mentiras.

Sin embargo, cuando tienes espacio y autonomía para gestionar tu propio tiempo, aparece un mundo de distracciones y la capacidad de racionalizar mis acciones, y te sientes capacitado para delegar numerosas responsabilidades en un yo futuro.

Sin embargo, somos conscientes de que procrastinar es malo para nosotros.

Acabaremos pagando por posponer cosas que debemos completar, especialmente si hay plazos o penalizaciones por no completar las tareas. Acabaremos experimentando las consecuencias de nuestras estrategias de postergación.

¿Qué podemos hacer para evitar la procrastinación?

Never Stop
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Luchar contra la procrastinación es una de las batallas hacia la productividad más relevantes de tu vida. La gente pronuncia con frecuencia frases como "No consigo motivarme", "Ojalá tuviera más motivación" y "Necesito motivación para empezar".

En realidad, tenemos una idea errónea de la motivación. La motivación es el resultado de una acción, no su catalizador u origen. La motivación es algo que adquieres automáticamente cuando te sientes bien al conseguir modestas victorias; no es algo que poseas.

Esperar al estado de ánimo perfecto se convierte en una forma de procrastinación especialmente perniciosa cuando la acción depende de los sentimientos. La motivación, nos guste o no reconocerlo, es en gran medida una ilusión.

Si quieres profundizar en este sentimiento interno, sin duda te recomiendo el siguiente libro.

Cómo vencer el miedo, dejar de procrastinar y convertirse en una persona de acción

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¿Qué es la motivación?

Hay que entender la motivación como una disciplina. La disciplina es como un motor que, cuando se pone en marcha, da realmente energía a nuestro cuerpo. También desarrolla hábitos, lo que nos libera de tener que depender únicamente de la fuerza de voluntad para intentar reunir una oleada temporal de energía.

En esencia, la disciplina fomenta el comportamiento, lo que da lugar a un tipo de impulso más duradero.

Puedes empezar por superar o deshacerte de la noción de "encontrar" la motivación. El primer paso para aplicar el segundo concepto crucial, el impulso, es ponerse en marcha. Normalmente, nuestra resistencia a una tarea es mayor justo antes de empezar. La procrastinación florece cuando existe la idea de empezar algo y superar esa resistencia.

Pero es muy importante conocer que esta resistencia empieza a disminuir en cuanto empezamos con la tareas, y por lo tanto pasamos a la acción.

La cuestión no es hacer el trabajo, sino simplemente empezarlo.No puedes crear un impulso retrasando algo.

Por ejemplo, empezar a hacer algún deporte es difícil, pero una vez que empiezas es difícil parar. Se genera inercia. Y esta inercia ya es la mitad de la fuerza que necesitas para continuar.

Sólo pasar a la acción servirá como una fuerza externa que nos impulsa al movimiento. Una vez que las cosas se ponen en marcha, se forma un bucle de retroalimentación y resulta difícil dejarlo, ya que la necesidad de hacer las tareas nos da la necesidad de seguir adelante.

En cuanto te des cuenta de esto, empezarás a prestar más atención a la creación de este impulso. Destaca lo crucial que es ponerse en marcha lo antes posible, ya que al hacerlo se simplifican las tareas futuras y se evita la procrastinación.

Las actividades que muchos de nosotros procrastinamos suelen ser pequeñas y poco agradecidas, o por el contrario demasiado grandes.

Existen dos pequeñas estrategias -la regla de los 2 minutos y la regla de los 10 minutos- que son extremadamente beneficiosas para completar cada uno de estos tipos de tareas, tras comprender la importancia de la motivación y el impulso.

David Allen, un gurú de la productividad, introdujo la regla de los dos minutos en su libro Getting Things Done. La clave es que si tenemos una tarea inacabada que puede terminarse en menos de dos minutos, debemos terminarla lo antes posible. Sin vacilar ni esperar. Si nos va a llevar más de dos minutos, ponerla en una lista para abordarla más tarde, cuando tengamos más tiempo.

Utilizando esta técnica de gestión del tiempo, podemos dejar de posponer actividades sencillas por costumbre y despejar nuestra mente del desorden que nos impide ver el panorama general.

Es obvio que hay algunos trabajos que simplemente no podemos terminar en dos minutos. Un libro no se puede planificar, escribir y editar en trozos de dos minutos. Es un reto llevar el coche al taller en dos minutos. Es un reto hacer una presentación para el trabajo en dos minutos.

Pero si nos encontramos aplazando el inicio de estas tareas más grandes y difíciles, la regla de los 10 minutos es la otra estrategia a utilizar.

La regla de los 10 minutos es sencilla. Convéncete de que sólo vas a posponer la tarea si en los 10 primeros minutos de empezar a hacerla, no consigues la motivación pra seguir. De esta forma, oblígate a trabajar en esa tarea al menos 10 minutos.

Seguramente no querrás parar una vez que te pones en marcha y has trabajado durante 10 minutos, especialmente si estas consiguiendo progresos. Naturalmente, después de 10 minutos puedes aburrirte, pero no nos gusta dejar el trabajo sin terminar, así que 10 minutos se convierten rápidamente en 20, luego en 30, y de repente estás avanzando.

Fundamentalmente, vencer la procrastinación consiste en mantener la disciplina, crear impulso y asegurarse de que las actividades que tienes que completar cada día son factibles y manejables.

Todos compartimos la procrastinación. Todos podemos empezar a trabajar en ello hoy, o podemos esperar hasta mañana. Lo que cuenta es que podemos identificarla, aprender a manejarla, desarrollar técnicas para evitarla y construir un sistema que reduzca la probabilidad de que aparezca en el futuro.

Hasta el próximo artículo.